El rol educativo del teatro hecho en prisión. Investigación de la Universidad de Urbino, (Italia).



Por Vito Minoia
(traducción del inglés al español de Laura Vega)


Prisiones: un nuevo desafío educativo en Italia
La sociedad se siente o debiera sentirse interesada por la vida en prisión, con la conciencia de que es en su propio interés ocuparse de lo que pasa o deja de pasar en la misma. Una vida después de la prisión existe y ella depende de lo involucrada,  sólida y constructiva que haya sido la vida en la prisión de la persona que ha pasado por ella.
Cualquiera sea el fundamento moral que le demos al castigo, y cualquiera sea el pecado, hay una certeza compartida e innegable: no existe una “única” contribución para dar, no hay prisiones  con sistemas utópicos y no existe un nuevo conjunto de valores para crear. Necesitamos darle un sentido apropiado a lo que se llama bueno y justo, porque es innecesario negar que las prisiones son profundamente malas. Si no son consideradas como un camino para recuperar la dignidad propia mientras se restaura el sentido de justicia, transformarán a las personas en seres insensibles a la necesidad de curar las heridas profundas causadas por su comportamiento. La Constitución  Italiana, actualmente en el centro de controversias políticas y debate feroz acerca de su oportunidad en los tiempos que corren, define de manera directa cuál debiera ser la condición del prisionero. Es necesario creer en este primer enfoque para poder construir cualquier plan teórico o ideológico para el concepto de la vida en prisión.
En el artículo 27, sección 3 de la Constitución Italiana se dice: “Los castigos no deben ser inhumanos y se tratará de re-educar a los convictos”. Estas palabras son claras como el cristal y definen el castigo como un proceso de re-educación y no solamente punitivo.
El ejemplo de la Constitución está muy lejos hoy en día de la realidad de las prisiones, donde las condiciones de vida empeoran debido a la falta de instalaciones apropiadas, espacios, actividades de trabajo educativo y ocasiones de desarrollo personal.
Los principios de la Constitución no se han hecho realidad (están lejos de ello), y debido a la crisis económica actual y el resultado de recortes financieros, existe una gran preocupación sobre el futuro.
Afortunadamente nos las arreglamos para ponernos al día sobre el trágico problema de la sobrepoblación carcelaria que ocurre en Italia desde los últimos tres años. Otro efecto de esta emergencia ha sido el aumento en la tasa de suicidios los últimos años tanto entre los prisioneros como en el staff penitenciario (ciertamente también causado por la excesiva sobrepoblación).Si consideramos estos números, las condiciones de vida miserable en las prisiones, la mortalidad, las dificultades personales y de grupo en esta situación, es claro que existe una grieta significativa entre los legisladores, la Constitución y la realidad. La grieta es real  también entre la sociedad y las prisiones , entre los individuos libres que pueden pensar y expresarse, “condenar y castigar”, y los prisioneros que se encuentran solos y aislados. Prisiones, barrotes, paredes. Una población de prisioneros olvidados, sin identidad ni dignidad, sin lazos afectivos ni sociales, se ve obligada a vivir en una condición en ocasiones “totalitaria”.
Pero existe también otro camino, forjado con persistencia y coraje, con la fuerza de 
la razón y los valores de la solidaridad, tanto como de profundos sentimientos. Ese es 
el camino de la educación y de la re-educación, que siguen personas que están al tanto 
de la terrible situación de todas las instituciones, y que creen en la posibilidad de mejorarlas, 
abandonando la idea de prisiones como “organizaciones de custodia punitiva”. Ellos buscan 
para el futuro un sistema de prisiones en el que el contraste tradicional entre agentes y 
prisioneros  se modera con la presencia de psicólogos, trabajadores sociales y educadores 
que interpretan las necesidades de los prisioneros con un enfoque que está más cerca de 
los modelos relacionales y sociales.
Espacios educativos se han creado en prisiones con el objetivo de minimizar las 
características típicas de las instituciones: expoliación del yo, comunicación patológica, 
prisonización (procesode aceptación de la cultura de la sociedad carcelaria con sus hábitos, 
costumbres y modales que crean apatía y falta de interés para cualquier cosa que no esté 
directamente vinculada a uno mismo).
Las herramientas educativas para ser usadas consisten en proyectos externos diseñados 
para alejar a los prisioneros de una vida de prisión monótona.
Estas herramientas les permiten construir conexiones directas que hacen posible relaciones 
educativas, sugieren actividades de trabajo y expresivas usando técnicas relacionales para 
aumentar el diálogo y las posibilidades de comunicación.
 
 
Teatro en prisión, ¿por qué?
Dos películas aclamadas, “Cesare deve morire”, de Paolo y Vittorio Taviani y “Reality”, de 
Matteo Garrone atrajeron de pronto la atención internacional acerca del fenómeno del 
Teatro en Prisión en Italia. Este es el resultado de un proceso muy rico y complicado que 
lleva ya cuarenta años y cuenta con varios protagonistas.
Durante los últimos 25 años  he dirigido personalmente varias experiencias teatrales para  
el Aenigma University Theatre de Urbino en algunas prisiones italianas (Modena, Pesaro, 
Ancona, Macerata Feltria). Nosotros Involucramos prisioneros de unidades de alta 
seguridad también, junto con estudiantes universitarios provenientes principalmente de 
los Departamentos de Humanidades de la Universidad, o con adolescentes de la escuela 
media. (de 12 y 13 años de edad).Luego de mencionar estas experiencias, me detendré 
ahora en el potencial pedagógico y didáctico que tiene el lenguaje teatral para gente 
privada de su libertad. 
¿Podemos considerar al teatro  como una herramienta para relaciones sociales, 
comunicación, intercambio y diálogo? ¿Por qué el teatro se convierte en una herramienta 
educativa para la diversidad y el cambio? Hay múltiples consideraciones para hacer. 
Trataré de focalizarme en alguna de ellas.
El teatro crea otra vida posible en el escenario. En el escenario y en ninguna otra parte 
se nos ofrece la oportunidad de reinventar siempre nuestra historia, intentar y recrear 
una nueva identidad. 
En el escenario las historias de nuestra vida son contadas y salvaguardadas y construyen 
un tesoro de experiencia que es todo lo contrario de la objetivación.
El teatro mueve lo que está inmóvil. En el escenario estamos aquí y en todas partes, dentro 
y fuera, ahora y nunca. Este movimiento eterno, este viaje sin fin hacia otros lugares 
y tiempos en los zapatos de otro, naturalmente genera un proceso interno,  una 
investigación interminable sobre un flujo implacable de deseos, emociones y turbulencias.
 El teatro cambia la sustancia del tiempo. El tiempo del teatro no es tan tiránico como lo 
es en la vida cotidiana. En el escenario se puede detener con gestos o palabras, cualquier 
cosa puede repensarse, rehacerse, volver a decirse, reinventarse. No hay una elección 
final, y  los roles se pueden reasignar  siempre. Como consecuencia, los roles en los 
que las personas están encarceladas por las elecciones que ellos u otros han hecho, 
simplemente se desmoronan.
El teatro inventa el espacio. En celdas estrechas las personas carecen de espacios 
físicos y mentales y se sienten encerrados y obligados a comprimir los sentimientos, 
los gestos, el habla. Sentirse tras las rejas significa sentirse encarcelado en uno mismo 
y el territorio de uno debe estar protegido de los demás. Por el contrario, en el escenario 
el espacio se vuelve una sustancia que se ensancha y se encoge, algo que conquistamos 
y entregamos; las puertas se pueden re-abrir para intercambiar ideas y el deseo de 
compartir y el diálogo puedenvolver a surgir.
El teatro llena el silencio con palabras. Las palabras cobran vida, un tesoro que existe 
para todos. En el escenario, las palabras se mezclan, toman color, se inventan y se 
convierten en un objeto para compartir. Este intercambio interrumpe la soledad, es decir, 
la “primera condición para el sometimiento”.
El teatro arroja luz sobre la sombra. En el escenario obtener el derecho a la atención es 
posible de nuevo. Un pequeño movimiento es suficiente, una inmovilidad total también, 
inclusive una pausa ya significa deseo.  Los focos que se detienen y se mueven 
nuevamente; en el escenario no existe la invisibilidad. Necesitamos revelar, desnudar; 
expresarnos rompiendo el autocontrol exacerbado en la prisión que surge de la necesidad 
de ocultar el mundo interno de cada uno.Los teatros crean un lugar y un tiempo, un 
horizonte sin límites, interminable, un movimiento perpetuo versus la inmovilidad,  
imaginación versus exclusión, lo posible versus lo imposible (aquí cito a Claudio 
Meldolesi, historiador de teatro, fallecido en 2009, con quien pude desarrollar mis 
primeros pensamientos respecto del mismo).
El teatro es por encima de todo una idea que no encaja solamente en los espacios del 
escenario, va mucho más allá, y contiene un número infinito de palabras posibles. El 
teatro es sobre todo una respuesta a una necesidad, es tiempo y espacio que da 
sustancia a los sentimientos. El teatro significa desafiar el poder de nuestro cuerpo, 
significa ir más allá de nuestros límites, mostrarnos como somos y sacarnos la máscara, 
llevar al escenario nuestrossueños, pesadillas, esperanzas y deseos. Todo esto puede 
ocurrir en una prisión, donde no hay lugar ni tiempo para el teatro. Este es quizás el punto. 
El sentido de ofrecer esta posibilidad viene precisamente de la diferencia y el contraste 
entre dos mundos.Es un contraste sorprendente, pero frente a sistemas cerrados, las 
paradojas son siempre una necesidad. 
La paradoja es, indudablemente, que la “necesidad de hacer teatro” florece de la manera 
másurgente justamente en los lugares donde más se lo descuida. Es aquí donde se 
expresa másque en ninguna otra parte la necesidad de protección, la urgencia de la 
transformación, la necesidad de “resistir colectivamente con fantasías al daño que 
consume a la persona forzada a estar sometida y paralizada”. Estas necesidades y 
problemas urgentes encuentran una respuesta en el teatro. En un lugar donde todo 
parece imposible, el teatro es un oasis de posibilidades, ya que puede mostrar toda 
su potencialidad de auto-educación y de libertad. 
Formando parte de un contexto institucional, el teatro siempre se arriesga a ser 
privado de esa energía y ruptura potencial que se le ha adjudicado a su función 
re-educacional. Si se considera al teatro solamente como una herramienta “re-educativa” 
se corre el riesgo de reducirlo simplemente a un proceso utilizado para transformar a 
la gente, para volverla “normal”, entrenándola para aceptar los valores dominantes y 
neutralizando cualquier diferencia.
Considerar el teatro como terapia es peor todavía. Nos arriesgamos a ver el teatro 
como un momento de “cura” ajustando cada peculiaridad de expresión en categorías 
de diagnóstico. La sala de teatro no es un confesionario ni tampoco una clínica. Es 
un lugar donde se comparten experiencias, se recuerdan historias, pensamientos y 
acciones. No es una sala del sistema judicial  donde se emite un juicio opresivo 
pronunciado desde un escenario. Una sala de teatro es un lugar de discusión abierta, 
en la cual los participantes escuchan, cuentan, aprenden unos de otros. La utilización 
de las actividades teatrales no se debería utilizar como una “cura forzada” como único 
objetivo. El teatro es una expresión generada por la necesidad de relacionarse con el otro, 
en la imaginación y en la realidad, en cuerpo y pensamiento, y así debe corresponder a 
la conquista de una conciencia propia.
Deberíamos focalizarnos en el potencial educacional del teatro: la representación tiene 
como objetivo actuar, la actuación  tiene como objetivo la comprensión, la comprensión 
tiene como objetivo el cambio.
La “educación” es un concepto que debería impregnar la representación/acción del teatro, 
también se debería considerar como herramienta para determinar, regular, estrechar la 
relación entre el yo y el otro, entre el educador y el alumno.
Las relaciones entre pedagogía y teatro se caracterizan por distancias y diferencias, 
comparten algunas características comunes: el objetivo de ambas disciplinas son la 
comunicación y la educación, las dos necesitan alteridad y ulterioridad, investigación del
 yo, deseo de libertad, necesidad de emociones, empatía y verdad.
La “representación” proyecta el mundo interior hacia “afuera” y ayuda a construir el proceso 
personal de acercamiento del yo interior hacia los demás.
El teatro también produce conexiones, intercambios, puertas y redes entre el individuo y los 
demás, entre el mundo interior y el exterior. Abre el círculo entre mundos, remienda una 
lágrima para que la pena no sea permanente sino que pueda ser  objeto de discusión y se 
pueda arreglar.
El escenario se convierte en un puente entre la prisión y la sociedad, un lugar donde 
prisioneros y ciudadanos se encuentran y hablan cara a cara, en una relación actor-
audiencia. 
Acá el encuentro puede convertirse en descubrimiento, cultura y la ocasión de acercar los 
bordes de la grieta entre criminal y  víctima.
No existen mapas inamovibles, métodos o caminos, estamos siempre yendo hacia 
direcciones impredecibles,  podemos estar equivocados o necesitamos fijar nuevos objetivos 
cada día.
Independientemente de la forma en que el teatro es considerado y adoptado por la ley y las 
instituciones, le corresponde a los directores, actores y al público defender su  
independenciaartística, sus expresiones y su tiempo.
Solamente saliendo de esta mera función re-educativa, generalmente llamada “actividad 
cultural”, el teatro será capaz de representar en su totalidad la potencialidad que tiene como 
herramienta de emancipación.
Al mismo tiempo, la independencia del teatro no es posible  si se desconoce  su contexto. 
Deberíamos preguntarnos a nosotros mismos: ¿Puede existir una ética del teatro sin su 
estética? ¿Podemos crear arte sin ética en las prisiones?
Demasiadas veces hemos asistido  a malos ejemplos de teatro creados en nombre de 
principios éticos. También puede pasar que no se vea ningún principio ético en 
producciones teatrales. En las prisiones, generalmente es más fácil encontrar ambas 
cosas, ética y estética.
Durante los últimos 20 años hemos asistido (en las ocasiones de observación privilegiada 
provistas por la Revista Europea “Catarsi-Teatri delle diversitá/ Chatarsis-Theatres of 
Diversities) para el desarrollo específico de ética teatral en lugares marginales. En el 
contextode la prisión, una práctica estética tal como el teatro, llega a su dimensión 
profunda y original como instrumento de conocimiento.
Las reglas de detención crean una serie de restricciones que pueden ser creativamente 
sorteadas por los actores de manera artesanal. En una dimensión ética, se les ofrece a los 
prisioneros una perspectiva diferente, se les muestra una nueva dirección posible, una 
ocasión de llevar a la práctica su libertad artística.
El teatro en prisión trae cambios a los operadores teatrales, en su metodología, en su 
visión del arte  como llave para entender la naturaleza esencial de su profesión. El teatro 
siempre ha movido energías vitales, esta capacidad incluso aumenta en las prisiones. 
Se transforma en una actividad privilegiada que nos permite ir más allá de la vida cotidiana, 
más allá del “aquí y ahora” de la condición de estar en prisión.
El teatro en la prisión se ha convertido en Italia en una práctica común y ha dado 
resultados artísticos significativos. Está cambiando las prisiones tanto como al teatro 
mismo. En 2009 , en un libro que edité en la Universidad de Urbino junto con Emilio 
Pozzi (Recito, dunque so(g)no. Teatro in carcere/I act, so I dream. Theatre in Prison 2009) 
primero describimos el mapa, proporcionamos consideraciones y registros de varias 
experiencias  sobre el teatro en la prisión en Italia.En 2011, luego de esta publicación,   
se creó en Italia la Asociación Nacional de Teatro en la Cárcel .Hoy en día, 44 experiencias 
de 13 regiones italianas participan de esta red de trabajo. Desde entonces muchos objetivos 
se han concretado y se han elaborado nuevos desafíos, empezando por “Escenas 
Universitarias para el Teatro en Prisión”, conferencia organizada en colaboración con 
AITU-IUTA el 4 y 5 de noviembre de 2017 con el mecenazgo de la Universidad de Urbino. 
Además, se creó en 2016 el Premio Internacional para el Teatro en Prisión Antonio 
Gramsci y una nueva revista, titulada “SEARCHING, prison anagram of CERCARE, 
carcere anagrama di” vio la luz con el objetivo de documentar científicamente las 
experiencias  del Teatro en Prisión  a nivel internacional. 
Quien quiera colaborar es bienvenido.                                                                                   
 
Vito Minoia

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